En la imagen superior, Christian Felber (9 de diciembre de 1972, Salzburgo), profesor universitario de economía austríaco, además de bailarín, escritor y divulgador en materias de economía y sociología.
¿Imaginas un mundo en el que las empresas tengan un balance del bien común? Ese escenario quizá queda lejos, pero menos merced al proyecto económico denominado “Economía del bien común” y que actualmente respaldan miles de empresas, como La Fageda.
Este movimiento propugna que la economía esté al servicio del ciudadano en vez de circunscrita al beneficio puramente monetario.
Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía, sino justicia.” Miguel de Cervantes en “Don Quijote de la Mancha”
Su base conceptual es simple: modificar uno de los lineamientos básicos de nuestra cultura actual al convertir el afán de lucro en una motivación por el bien global. Desde esa permuta de Visión, cuanto más solidarias, empáticas y ecológicas sean las empresas, mayor éxito tendrán.
Según su creador, el economista austríaco Christian Felber, “es un modelo económico alternativo, completo y consistente, pero al mismo tiempo abierto al desarrollo, que busca la reorientación de la totalidad de las acciones económicas hacia el bien común, algo que ya está recogido en las Constituciones de muchos países pero que no se está llevando a la práctica”.

Jacinda Arden, primera ministra de Nueva Zelanda, país que desde 2019 ha sustituido la referencia del PIB por el Bienestar de la Ciudadanía.
Un mundo en el que las economías nacionales no se midan por el PIB
Felber considera un “error de método”, medir las economías nacionales por su PIB porque ¿se corresponde el Producto Interior Bruto de un país con su calidad de vida? ¿Indica su desarrollo social y político?
Según él, no, y un indicador más adecuado que el Producto Interior Bruto es el Producto del Bien Común, mediante el cual se mide la calidad de la democracia, la política medioambiental, el justo reparto de los beneficios generados y la igualdad, entre otros factores.
El Bien Común ya está recogido en las Constituciones de muchos países pero no se está llevando a la práctica.”
A ese respecto, la cooperación sobre la competencia genera un desarrollo positivo que se realimenta. “La ciencia dice que la cooperación nos motiva de forma más fuerte que la competencia; que el ser humano tiene una sensación de justicia innata y la capacidad de compasión, empatía, y el impulso espontáneo de ayudar a otro, incluso los bebés de dos años lo tienen. El hecho de que hoy en día seamos tan egoístas es porque lo aprendemos, no es algo genético”, apunta Felber.
Nueva Zelanda toma la vanguardia del Bien Común
El Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoce el supuesto buen momento económico de Nueva Zelanda, al que augura un crecimiento del 2,5% de su PIB para 2019 y de un 2,9% en 2020. Pero tales previsiones macroeconómicas no han convencido a la primera ministra de este país oceánico, Jacinda Arden.
Arden y su ministro de economía, Grant Robertson, han detectado que esta prosperidad macroeconómica no revierte debidamente en el bienestar de su población, que debe ser el fin de la economía. Así, pese al incremento del PIB también aumenta el número de personas sin capacidad de permitirse un hogar propio, el número de suicidios y los neozelandeses que requieren ayuda de los servicios sociales.
Por ello, desde el pasado 30 de mayo Nueva Zelanda mide su prosperidad con un nuevo índice: el del Bienestar de la Ciudadanía. Este índice empático condiciona la elaboración de los presupuestos nacionales.
Así, el Bienestar de la Ciudadanía mide variables como la pobreza general e infantil, el estado del medio ambiente, la violencia doméstica, la salud mental, la identidad cultural, el acceso a la vivienda, los vínculos sociales e incluso la rehabilitación de los presos.
El balance del bien común es distinto del que conocemos. A diferencia del tradicional o financiero, mide como una empresa responde a las necesidades básicas de una sociedad:
- Dignidad humana.
- Solidaridad.
- Sostenibilidad.
- Justicia social.
- Democracia en la toma de decisiones.
Demos a los intangibles su debido valor
Según el paradigma económico imperante, la economía se mide en función del éxito económico con valores o indicadores monetarios que dejan fuera a los seres humanos y al medio en el que vivimos; prescinden pues del fin básico para quedarse en los medios, que pasan a ser un fin espurio.
Y es que para Felber la Economía del Bien Común no implica una innovación, sino una vuelta a los principios humanistas. Muchas constituciones y normas legales recogen el principio según el cual la actividad económica debe servir a los intereses generales y en general al bien común o bien público. Por ejemplo, la Constitución de Baviera en su artículo 151 indica que: “Toda actividad económica sirve al bien común”.
Un indicador más adecuado que el Producto Interior Bruto es el Producto del Bien Común.”
Así, para Felber la implantación de la economía del bien común simplemente equivaldría a adaptar la economía capitalista a los principios constitucionales, que a su vez beben de ideales ancestrales.
En el Siglo XIII, Tomás de Aquino se refería al bien común cuando hablaba del fin al que debía servir el dinero.”









