El 9 de enero ha fallecido José Luis Balagueró, nacido en 1930. Es un artista español de dilatada trayectoria a lo largo de la cual ha combinado el énfasis de la pintura barroca con una imparcialidad intelectual que conecta con la tradición europea y americana de la pintura.

Ha recibido, entre otros, el primer Premio de Ciudades Capitales Iberoamericanas y el Premio Goya del Ayuntamiento de Madrid.

Lo ya hecho queda atrás; me renuevo todos los días. Necesito hacer algo nuevo siempre, que no tenga que ver con lo pasado”.

La geometría es un aspecto esencial de la obra de Balagueró. En sus últimos trabajos se halla iluminada por la pulsión del color, la temperatura del material y, sobre todo, por el constante apetito, voraz, por pintar, esculpir, crear.

La madera es el material predilecto de Balagueró. Tiene alma.

Fascinados por su energía creadora inagotable, pudimos hace algún tiempo conversar con él para tratar de asomarnos por un momento al fértil universo de su fuero interno.

Para empezar, preguntamos a Bala qué es para él la pintura. Antes de contestar se queda absorto, durante unos segundos. Entonces, sonríe y exclama: “La pintura es mi vida; me aporta alegría, bienestar. Cuando pinto me olvido de todo; dejo de pensar. Es un camino en el que me interno y me provoca una sensación íntima, profunda, en la que encuentro una satisfacción única. Es una senda de la que no quiero salir hasta saber que la he recorrido entera. Y bien”.

Para mí la madera es como un dios, una fuerza que se siente dentro y no puede explicarse con palabras. Es algo muy grande; un material divino. Tiene alma”.

En su periodo actual, Balagueró expresa su creatividad a través de las vías del Constructivismo abstracto. Sin embargo, define su estilo como “renovación”.

Balagueró ha sido un artista polifacético que a través de pintura, escultura y móviles abre espacios en los que volar.

“Lo ya hecho queda atrás; me renuevo todos los días. Necesito hacer algo nuevo siempre, que no tenga que ver con lo pasado. Ese afán me mantiene vivo, constructivo, intenso; me motiva a mejorar”, expone.

El torrente creador de Balagueró ha sufrido una honda metamorfosis a lo largo de su carrera. “En principio yo pintaba de forma concisa, redondo, suavecito; con influencia francesa, fruto de haber vivido años ahí. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que ya no me servía, según he ido viendo las cosas de forma distinta en mi vida”.

“Ahora me centro en la geometría. La geometría es matemática, es ciencia. Es un ámbito que ir descubriendo, que lo envuelve todo. Es un mundo frío; por eso le doy calor con el color; vida con la materia que uso: cenizas, arena. Las uso de forma sutil; hay que descubrirlas en la obra. Este tipo de materiales crean relieve, un espacio tridimensional en el que todo flota, vuela. Ir es volar. Y ahí, en la geometría, uno se puede escapar. En lo figurativo me encontraba encerrado; la perspectiva geométrica es ilimitada y permite volar.”

Cuando pinto me olvido de todo; dejo de pensar. Es un camino en el que me interno y me provoca una sensación íntima, profunda, en la que encuentro una satisfacción única”.

Tras un periodo figurativo, Balagueró trabajó la geometría, fría, pero que calentaba con el color.

Esculpir. En madera.

Balagueró es también un prolífico escultor. Para él la escultura es la madera; la encuentra más suave, delicada y viva que otros materiales. “El árbol es sabiduría. Es el lecho en el que dormimos; donde nos entierran; la mesa donde comemos y en la que trabajamos. La madera me inspira un respeto tremendo.”

La devoción de Balagueró por la madera, por el árbol, entronca con la que desde hace tiempos ancestrales han tenido los guaraníes del Paraguay, civilización ecologista que ha tratado el bosque, la Madre Naturaleza, como una divinidad. Al exponérselo a Balagueró vemos como algo se ilumina en su expresión:

“Así es. También para mí la madera es como un dios, una fuerza que se siente dentro y no puede explicarse con palabras. Es algo muy grande; un material divino. Así de claro. La madera tiene alma”.

El característico mundo espacial de Balagueró se articula a través de fragmentos, planos, polígonos, como si se viera a través de un calidoscopio.

Balaguero cultiva su alegría a través del constante y renovado proceso creador.

Los guaraníes combinan su reverencial respeto por la Naturaleza con un conjunto de hábitos saludables que va desde el intangible de vivir con alegría hasta un sabio uso alimentario de lo que la naturaleza provee, y especialmente la flora. Balaguero cultiva su alegría a través del constante y renovado proceso creador. Sin embargo, esa pulsión le absorbe tanto que se olvida hasta de comer. “Si no fuera por Blanca, mi mujer, ni comería. Prefiero pintar y trabajar la madera”. Afortunadamente, tiene a Blanca.

A sus 85 años Balagueró está lleno de alegría y proyectos. Para él su arte es un cometido diario indefectible. Se encierra en su estudio cada día para encontrar la libertad. En esas cuatro paredes es libre, pues ahí dentro se abre un universo infinito, sobre el lienzo y en la madera.

Decía Picasso que las musas inspiradoras debían encontrar al artista sentado en su mesa de trabajo. Con Balagueró siempre estuvieron ahí, esperándolas para despegar.”

José Luis Balagueró. Hasta siembre, Bala.